Familia y educación en el siglo XXI

Mucho se oye discutir si el proceso educativo debe versar sobre los profesionales que hay en los colegios o bien éstos sólo deben encargarse de los aspectos académicos y las familias deben ser responsables de las cuestiones morales y socio-afectivas. Lo cierto es que los últimos estudios científicos en neurología y psicología de la educación están arrojando luz sobre todos estos aspectos y mostrándonos una realidad mucho más diferente de lo que esperábamos. Ni la educación escolarizada debe basarse en los tradicionales aspectos académicos, como se viene haciendo hace más de un siglo, ni la dimensión socio-afectiva y moral del aprendizaje debe excluirse de las aulas y cargarse en exclusiva sobre los progenitores de las nuevas generaciones. De hecho la educación es cosa de todos – nos dicen – no sólo de quienes tienen niños o de los maestros. La educación es una cuestión que afecta y atañe a toda la sociedad en su conjunto y que debe ser entendida como un proceso que se establece entre tres pilares fundamentales, que son: el entorno escolar, el entorno familiar y el contexto sociocultural próximo de los alumnos y alumnas.

Esta semana vamos a centrarnos en el complicado papel de las familias en el proceso educativo. Sin embargo, no queremos caer en el habitual intercambio de balones entre el tejado de casa y el de la escuela, nuestra intención es aportar recursos y ayudar a comprender y a valorar esta responsabilidad y privilegio que resulta de ser educadores – o co-educadores – de las generaciones futuras. Para ello les presentamos en esta ocasión una web titulada "Aprender en casa" y dirigida tanto a docentes como a alumnos y familias de alumnos, no sólo para los habituales periodos de convalecencia, sino para cualquier momento que la imaginación nos brinde. Encontraremos ejercicios organizados por materias y niveles, tales como experimentos para realizar en la cocina o el salón, aplicaciones multimedia y diverso software destinado a entretener educando.

La idea principal es que las familias aprendan a vivir esta experiencia desde una perspectiva lúdica y creativa, no como una obligación impuesta, y esto puede lograrse con más facilidad si programamos actividades educativas sorprendentes en nuestra vivienda y sus alrededores. Un sencillo paseo un domingo por la tarde nos puede servir para jugar con el concepto de velocidad si simplemente contamos los pasos que damos en un minuto y establecemos previsiones de cuánta distancia recorreríamos en tal tiempo, o cuánto tiempo tardaríamos en recorrer tal distancia. Trabajar la expresión oral y recabar información sobre el contexto escolar es posible en una simple charla en la que dejemos que el niño o la niña se exprese por su cuenta. Además conseguiremos potenciar los lazos socio-afectivos de la familia y desarrollar la dimensión cívica de los más pequeños intercambiando opiniones de forma democrática, sin que esto implique que haya que hacer todo lo que ellos propongan.

En resumen, la educación es como un espejo, lo que vemos en ella es lo que nosotros mismos reflejamos. Preocupémonos entonces de la imagen que ofrecemos y tendremos mayores posibilidades de que el reflejo nos aporte satisfacción.

La frase:

Johann Wolfgang Goethe (1749-1832)



“Podrían engendrarse hijos educados si lo estuvieran los padres” 

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